17 ene 2013




Bienvenido 2013... 

Seguro que será un gran año

Un beso!

Vania

9 ene 2013

LA HERENCIA






La Herencia
I.
-- ¿Sigues ahí acostada? ¡Levántate que no vamos a llegar y tardas mucho en arreglarte! –
II.
La escena del bar me hacía pensar en aquellos restaurantes que había visto en películas. Una larga barra de madera oscura y atrás un estúpido @bartender intentando ser simpático para conquistar a alguna de las clientas, y viendo la confianza que mostraba, seguro que más de una ya había caído en sus manos.
Pero sus clichés de conquista estaban muy lejos de interesarme. Mi ánimo estaba por los suelos, pues ese día todo lo que podía fallar había salido mal. La agencia había perdido tres cuentas de clientes clave y en todas yo estaba ligada: “creativa @HighHeels”. Estoy segura que la creatividad de sus campañas no había fracasado, pero en #tiemposdecrisis ninguna campaña podría elevar las ventas de una chocolatera, una cadena de gimnasios y una marca de copas de cristal, por más que se anunciara hasta en #twitter.
Qué ironía: justo frente a mí me vi reflejada en una enorme Copa Ridel Overture. El rojo de tonos cobrizos del Carmener se convertió en un espejo cuando levante la copa a la altura de mis ojos y pude ver su reflejo.
Nunca antes me había fijado en una mujer. Hasta ese día había pasado mis días aferrándome a relaciones destructivas. Por decenas se contaban mis fracasos y mi autoestima había ido desapareciendo con los años, pues pasé de altos ejecutivos de agencias a estúpidos copys que veían en mí más un escalón que una mujer atractiva.
Conocía a la perfección ese perfume. Ese aroma amargo, con esencia de clavo. Inconfundible el Aromatics Elixir de Clinic, tan poco comercial y tan único. No tuve que voltear para saber que se había sentado a mi lado, sólo alcancé a mirar sus manos, sus largos dedos rematados con el inconfundible 483 Vendetta de Channel. Mientras con calma abría el broche de esa hermosa Birkin rosa, que tantas veces había visto en Masaryk y nunca me animé a comprar… o a firmar con mi tarjeta.
--Te conozco. Gracias a tí hemos logrado grandes cosas--
Pensé que se dirigía a alguien atrás de mí.
--Tu lanzaste la mejor campaña que hemos tenido y gracias a ti seguimos vendiendo tratamientos para mejorar la silueta—remató, al tiempo que ponía al alcance de mi mano un rectángulo de papel con un diseño que yo conocía.
Mi cara de duda se diluyó al leer el nombre en su tarjeta. @Vania, directora general de #VanyaMéxico, el más grande distribuidor de tratamientos faciales en México, a quien le diseñé su imagen cuando todavía cursaba los últimos semestres de la universidad y era una simple #becarianecesaria
Nunca pensé que seguiría viva aquella imagen. De inmediato lamenté no haber pedido regalías.
--Sé que estás desempleada. Hablé con @Hans y me dijo lo que ocurrió. Te espero mañana en mi oficina—y se alejó sin decir más. En ese momento voltee a verla sin recato, era una mujer impresionante, no sólo por el lujo que la rodeaba, sino por su tamaño cercano al 1.80, sus piernas kilométricas, sus delineadas caderas y un par de senos que por lo que había visto en el escote, eran producto de ejercicio y no de cirugías.
La oferta era sencilla: Hacerme cargo de la publicidad en #VanyaMéxico, empezando esa misma tarde. –Tenemos unos compradores canadienses y necesitamos convencerlos--, me dijo.
Convencer a los canadienses fue sencillo, pese a que había armado una presentación en apenas un par de horas. Nunca preparé algo tan rápido, pero debo decir que jamás me sentí tan segura.
--Tu exitoso debut bien vale un festejo—me dijo cuando me llamó a su oficina, al tiempo que salía un amable hombre de pelo cano que, después sabría, era su cardiólogo y todos los días acudía antes de ir hacia el Ángeles de Las Lomas, para practicarle un chequeo. –Vas bien pero no te excedas—le dijo el galeno-.
Tomó su bolsa y me pidió seguirla. Su chofer salió al paso y le pidió que me entregara las llaves. --¿Sabes manejar?—Y sólo asentí con la cabeza. De hecho no cruzamos más palabras, sólo escuché sus indicaciones subiendo hacia Santa Fe hasta llegar a unas enormes torres, bajamos a un estacionamiento subterráneo y tomamos un ascensor privado hasta salir a un enorme lobby perfectamente iluminado desde donde se podía ver toda la ciudad.
Esa tarde dejé atrás todos mis tabúes y olvidé en minutos tantos años de fracasos. Finalmente había conocido alguien que me quería por lo que era y no porque sería una linda acompañante en una fiesta de ejecutivos o la puerta para conseguir un ascenso en una agencia.
Nuestra historia duró por meses, pero yo la veía debilitarse. Las visitas del cardiólogo pasaron de dos a tres veces al día. Y los cuidados eran pródigos pero no mejoraba.
III.
-- ¿Sigues ahí acostada? ¡Levántate que no vamos a llegar y tardas mucho en arreglarte! –
No despertó. Esa mañana me dijo que sería nuestro mejor día y no me dejó levantarme. Estuvimos fundidas como una sola por horas, gritando y riendo como pocas veces. Ella lloró y me miró a los ojos para decirme que todo lo suyo era mío… No entendí.
Sabía que la reunión en la embajada francesa era muy importante y por eso me escapé de sus brazos para darme una rápida ducha, mientras me decía que nunca tendríamos el tiempo a nuestro favor.
Fue la última vez que la escuché. ¡Le juro que yo no la maté! Yo nunca le pedí que pusiera todo a mi nombre. ¡No quiero nada! Es más, ni siquiera me interesa ser libre... sólo quiero volver a verla.