25 nov 2010

SEXTO ANIVERSARIO

Enero 2005

--Creo que después de todo no soy la única loca. Hay muchas otras, hay más gente allá afuera que ha sentido y sufrido lo mismo que yo. ¿Será que acaso esto no era tan malo? ¿Podría ser que Vania es una bendición de Dios? ¿O siempre será la tentación de mis demonios?

Siempre  estuve presente pero mi “socio” en la vida enfrentaba tantas culpas que para mí siempre fue de noche, quizá alguna vez me asomé por algún atardecer, pero volvía a mi oscuridad, a la más profunda oscuridad de donde pensaban no debería salir.

Sabía que volvería y así ocurría, pero una vez más los remordimientos… las culpas y de vuelta a la noche.
Por más que buscaba amaneceres nunca me tocó ver el sol de la mañana. Siempre perdida en la oscuridad… hasta 2005.

Tenía ya algunos meses, quizá años, conociendo gente como yo pero en realidad tenía tanto pánico, pero era a mí misma. A no saber qué ocurriría, hasta donde llegaría, o hasta dónde quería llegar.

Fue marzo de 2005 cuando finalmente pude verme. Una ojeada al espejo, el resplandor de una mirada, una ilusión cristalizada. Y en ese momento supe que Vania jamás volvería a ser habitante de las sombras, mi primer amanecer ante un sol que me iluminaba, una sonrisa que mandó al abismo los temores.

Hoy mi casa cumple seis años, aunque yo ya andaba por ahí desde que el nombre Blush fuera una idea, pues llegué cuando tenía otros nombres que no vale la pena recordar.

Lo que sí puedo decirles es que desde que llegué pensé en quedarme. Encontré un sitio en donde estaba mi familia.

Muchas han pasado y se han ido. Algunas convirtieron sus ideales  en batallas, en luchas de paladines. Otras optaron por dejar atrás sus vidas y empezaron procesos para tener nuevas vidas. Cada una muy respetable. 

Yo, afortunadamente, descubrí muy pronto lo que quería y lo que no quería. Lo que me apasiona y lo que me fascina. Pero también marqué límites.

Son seis años de recorrer la vida, de haber aparecido por aquí y por allá, de miles de fotos, de sonreir, de ser feliz.

Hemos caminado de la mano. Son seis años de taconear, como me lo dijo alguien. De juntar cosas, especialmente tacones y hoy puedo decir que si mis zapatillas hablaran contarían muchas historias de alegría.


Noviembre 2010

--Son casi las 7 de la noche y sigo sacando cosas… es horrible no tener nada que ponerme… No es justo, no encuentro unos zapatos perfectos que combinen con este vestido… pero en realidad creo que este vestido tampoco me convence… ¡Ayudaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Han sido seis años de aguantarme… pero  gracias “socio” porque no sólo me has soportado, sino que también has pagado todos mis gastos y hasta algunos lujos, aunque: ¿Quién dijo que tener una colección de zapatillas que supera los 100 pares es un lujo? Es algo que me merezco… aunque ninguna combina esta noche.

Un beso
Vania!
vaniadesantiago@yahoo.com

18 nov 2010

LA LIMPIA

--¿En qué momento fui acumulando tantas cosas?
Nadie responde mi pregunta… nadie me escucha mientras miro sorprendida mi closet. Hay tantas cosas que casi nunca he usado, hay muchas otras que jamás utilicé y otras que sigo esperando el momento indicado para estrenarlas, pero ¿y si nunca llega ese momento?
Así que lo mejor será hacer una limpia, empezar desde lo más profundo y lanzar lejos todo lo que estorba.
Atreverme a abrir bolsas viejas, ver qué contienen y liberarme de ese peso que he venido arrastrando en los últimos años. Sólo guardaré las cosas que me hagan sentir mejor, que me provoquen una sonrisa y jamás una angustia o un mal recuerdo.
--¿Y será que así podré sentirme mejor?
--¿Qué pasará con mi afán de acumular?
Antes pensaba que sólo teniendo más podría sentirme bien. Hoy creo que es lo contrario. Dejaré atrás lo que me detiene, lo que me impide saltar más alto y por qué no… quizá lo que me amarra para de una vez por todas lanzarme al vacío.

Vania
Noviembre 2010
vaniadesantiago@yaahoo.com


30 ago 2010

LA ESPERA
No importa la distancia, siempre volveremos a encontrarnos: Vania

--Hola-- me dice ella mientras acomoda el fleco de su cabello negro y clava sus ojos en el espejo. --Pensé que ya te habías olvidado de mí--.
Qué extraño, por más que lo intenté por años nunca pude olvidarla, aún sin conocerla. Pero desde el día que la vi sabía que jamás podría dejar de pensar en ella.
--No, simplemente tuve algunos compromisos, pero siempre estabas en mis recuerdos--, le respondí intentando que en mi voz no se notara la urgencia que tenía por volver a verla.
Sus ojos color miel brillan como cada vez que me la encuentro. Ese brillo que muestra su felicidad. Sus ojos enmarcados por el delineador negro alargan su mirada y le dan un aire de misterio. Es difícil saber qué piensa, pero es seguro que es feliz.
--¿Me regalas fuego?—me dice en una actitud casi despectiva. Parece no perdonarme. El haberla dejado casi dos meses sin visitarla es algo que no entiende. ¿Cómo puedo jurarle que la extraño si no la veo más seguido?
--Nunca deje de pensar en ti. Te traje muchos regalos-- le digo intentando conseguir su perdón.
Se hace para atrás en la silla mientras observa sus nuevos zapatos, tan altos que le dan una estatura que llama la atención de cualquiera. Con un tacón largo y delgado que logra que sus piernas se estilicen y se vean interminables. Y de un negro tan brillante que podría reflejarse su mirada.
No dice nada, pero no puede ocultar la satisfacción de ver cómo crece su colección de zapatillas. Es imposible entender ese culto que siente por los zapatos. Ya ronda un centenar, casi la mitad son negros, pero de alguna forma siempre encuentra un nuevo modelo que dice que jamás se imaginó y que debe tenerlo.
Y por alguna extraña razón basta que yo recuerde el brillo de su mirada a través del espejo para ser presa de sus deseos y cumplir con sus caprichos.
--¿Te gustaron tus regalos? Juro que pensaba mucho en tí, incluso antes que en mí--, le aclaro.
Ella no responde. Vuelve a acomodarse el fleco. Nunca le han gustado las fotos con la frente descubierta, piensa que de esta forma puede aumentar un poco el misterio de su presencia, porque siempre será una mujer sorpresiva a la que no le gusta conocer extraños. Aunque es sociable no cualquiera logra penetrar su coraza.
--Por favor revisa que mi cámara esté cargada-- me pide sin dejar de verse. Una vez más está lista para perderse por horas frente a la lente, una vez más no le importa nada más que encontrar la pose perfecta y poder capturarla.
Su arreglo parece impecable, aunque seguramente encontrará mil detalles que no le gustan. Para otros ojos puede lucir bien, pero ella nunca quedará complacida.
Sin levantar la mirada se pone de pie. Solo veo su espalda en el espejo y escuchó sus tacones caminar con firmeza, mientras en la mano derecha empuña su preciada cámara.
--Nunca dejé de pensar en tí-- murmuro, pero ella ya no me escucha. Está perdida en su mundo. Una y otra vez el flash estalla, pero no queda satisfecha con lo que ve. Más de una persona se ofrece ayudarle para tomar sus fotos, pero sólo en una confía y esta noche no está ahí.
Prefiere seguir intentándolo sola. Le avergüenza pedir que le ayuden. Le da pena que descubran que su vanidad no tiene límite y que se necesitan docenas de tomas para lograr una que le agrade.
Y en el fondo… le agradezco esa obsesión, porque cuando regrese frente a mí y poco a poco se desvanezca sólo tendré en mis manos ese recuerdo para mantenerla vigente, porque aunque ella no lo crea, nunca puedo olvidarla.
Al final de la noche vuelvo a buscarla en el espejo pero ya no está ahí. Sólo tengo en mis manos su cámara, el testimonio que me recuerda que no importa la distancia ni el tiempo, pues Vania siempre estará conmigo.

Vania de Santiago
vaniadesantiago@yahoo.com
Agosto 2010

24 ago 2010

El valor de un confidente

Sufrir engorda, platicar tus penas; te hace feliz: Vania de Santiago

Vania


Tres de la mañana y la cama se me hace pequeña para dar vueltas. Por el horario no hay duda que habrá bastado poner la cabeza sobre la almohada para caer dormida, pero la realidad es que los remordimientos se apoderan de mí;. Una vez más habrá pasado unas breves horas de alegría y ahora lo pagaba con culpas que jamás podría compartir.

¿Qué engorda más: Lo que comemos o lo que nos tragamos?

En realidad la fase anterior no lleva alguna connotación alimenticia, aunque sí; en el peso que cargamos y que afortunadamente hace un año empecé; a deshacerme de é;l cuando decidý y descubrí lo feliz que soy.

--4:00 AM-- El despertador amenaza sonar en un par de horas y las culpas siguen atormentándome. ¿Seré no seré? ¿Por qué yo? ¿Por qué tenía que tener estos gustos tan extraños?

Nacemos y crecemos en sociedades tan cerradas que siempre seré cuestionado, criticado y atacado cualquier niño que muestre gustos por las prendas femeninas y esto va mucho más allá de 'los hombres no lloran' porque las burlas llegarán a la familia, a los amigos. Crecemos con la culpa, con los remordimientos que nos llenan el espíritu, que lo hacen gordo de culpas, obeso de preocupaciones.

--8:00 AM--. Camino a la oficina no hay culpas, sólo las ansias de regresar a casa y seguir aprovechando esa soledad que por unos días me brinda la oportunidad de andar feliz por toda la casa, probando ropa, creando maquillajes extraños que me hacen sentir soñada, aunque siendo honesta son bastante lamentables.

Compartir con alguien este secreto: ¡Ni loca! ¿Qué pensarían? De hecho ya sé perfectamente lo que piensan, pero ahora en vez de inquietarme o molestarme me sonrío cuando veo que el 99% pone en duda mis preferencias sexuales cuando les cuento mis gustos. Si conoces a alguien que no lo haga, cuida a esa persona, porque es muy valiosa.

--La relación con María Elisa había evolucionado. De simples colegas pasamos a buenos amigos y después a una suerte de ciberamantes que poco a poco subió de tono hasta atrevernos a confesarnos cualquier fantasía... bueno, faltaba la mía. Busqué la oportunidad y la solté; no sabría como reaccionaría. Pero de entrada lo tomó sin mayor problema y la llevamos a término.

--Pero no bastaba esto no podía quedar en una noche, ella tendría que conocer el resto de la historia, que también aceptó y toleró, pero también dudó. De hecho, creo que sigue dudando, aunque la verdad ni me asusta, ni me molesta, más bien lo tomamos a broma.

Una vez que tienes un confidente encuentras algo muy valioso. Algunas nos hemos atrevido a contarlo a amigas de toda la vida, otras nunca lo hacen y se tragan las culpas. No es sencillo hacerlo, pero sí resulta genial conseguir un cómplice. Además, una vez que lo cuentas a la primera persona, se hará más sencillo hacerlo con una segunda. Claro, también será más fácil hacerlo primero en un circulo de amigas que compartan tus gustos para tener confianza y saber lo que quieres, para que cuando alguien 'externo' te confronte tengas argumentos para responderle.

Hoy Georgina es confidente pero sigue siendo una excelente amiga que me comparte las penas de sus galanes y me ayuda a poner en práctica la dualidad de sensaciones. Aunque de vez en cuando le molestan mis fotos --creo que se pone celosa, jaja--, la realidad es que le agradezco tanto haberme ayudado a salir de mi soledad, quizá no lo provocó pero sí me dio la confianza para revelar mi más grande secreto.

He perdido kilos, lo noté porque mi hermoso vestido con corset azul necesitó un ajuste, pero en realidad en donde he perdido más peso es en la culpa que cargaba y eso me hace ser muy feliz.

Es curioso, pues recuerdo el slogan: Cuéntaselo a quien más confianza la tengas. Y sé que no es sencillo, pero sin duda es lo más saludable.

No se vale tragarnos las culpas porque a fin de cuentas estamos en una situación maravillosa. No, claro que no es sencillo y te lo dice alguien que pasó muchos años antes de aceptarlo, pero una vez que estás convencida de lo que quieres, que encuentras amigas con quien platicarlo, también tendrás la confianza para encarar a la primera persona fuera de este círculo que sea capaz de comprenderlo y, al menos en la experiencia personal, el 99% te dará su apoyo... aunque les quedarán dudas que tú tendrás que aclarar.

24 mar 2010

NO PIERDAS EL TIEMPO QUE DESPUÉS LAMENTARÁS

No lamentes tus fracasos, de ti depende que no sucedan: Vania

¿Alguna vez has pensado qué harías sí hoy fuera el último día de tu vida?

¿Te daría tiempo de decir a los que amas cuánto los quieres? ¿Te daría tiempo de pedir perdón a los que has ofendido? ¿Te daría tiempo de alcanzar en unas horas tus sueños y dar rienda suelta a todas las locuras que jamás te atreviste a realizar?

Afortunadamente sin tener que enfrentar esta situación un día comprendí que no hay mañana, que cada día debo aprovechar para decir cuánto quiero a mis seres amados, que cada día busco disculpar a los que me han ofendido, pero también, cada día dejo volar mis ilusiones y dar rienda suelta a esos sueños que jamás pensé llevar a cabo.

Recientemente comentaba con una amiga lo costoso que me resulta está realidad y me preguntó si no pensaba detener a Vania.

Mi respuesta fue inmediata y no pensé ser ofensiva: “¡Jamás! Tardé 30 y tantos años en aceptarme y espero seguir así por mucho, muchísimo tiempo”.

Quizá suene tonto, pero en mi caso y creo que es el caso de muchas, nacemos y crecemos luchando contra lo que somos. Sí, desde niñas descubrimos nuestros gustos, nuestros deseos, pero también nos enfrentamos a esa lucha interna de no poder contarlo con nadie, de no poder compartirlo, y de hecho, de sentir vergüenza y remordimiento.

Es interesante encontrar gente con tus gustos y aficiones –sí sé que para algunas será molesto el término aficiones-- pero al menos para mí así ha sido, una devoción por lo prohibido y si te descubren puede ir mucho más allá de un regaño, quizá tal vez en muchos casos a la cita y consulta con el psicólogo.

Pues bueno, después de sufrirlo tango tiempo me ha llegado el momento de dejar atrás esa lucha, de enfrentarme a mí misma y de aceptarme, de darme cuenta que si la sociedad no me recibe con los brazos abiertos no voy a pelearme con ellos, pero sí voy a defender mis derechos de algo que me encanta y que para mí es muy valioso.

Hoy soy lo que ves, la más feliz de llegar a la noche mexicana vestida de Adelita, o que lo mismo he llegado a la Condesa a cenar tacos en ‘horario familiar’ y seguro he sido criticada, pero al menos no me he enterado. Seguramente me han cuestionado, pero como me dijo una buena amiga: ¿Te importa lo que digan? ¿Acaso los conoces?

La verdad ni los conozco ni me conocen, y no estaría por demás presentarme nuevamente: Hola, soy Vania, la mujer que nunca se había atrevido a ser.

Vania de Santiago
vaniadesantiago@yahoo.com

11 mar 2010

Un boleto al ayer

“No siempre es real lo que hemos vivido, quizá sea más lo que hemos soñado”

Vania

La cara de la taquillera lucía entre sorprendida y molesta, seguramente nunca antes le habían pedido algo tan extraño, aunque la mirada de Vania era firme y no parecía estar bromeando.

--¿Un boleto al ayer?-- Preguntó la mujer, sin comprender a que se refería y quizá nunca lo habría entendido ni existiría un anden 41 y medio para abordar el tren de los recuerdos, que la regresaría sobre sus pasos, no para arrepentirse, sino para pensar qué más habría añadido a su de por sí complicada vida.

Si pudiera volver atrás no me arrepentiría de nada, eso lo tengo muy claro, pero estoy segura que no me guardaría los te quiero, ni los besos que nunca entregué. Aunque también sabría que no vale la pena esperar, ni luchar contra algo que siempre anhelé y que durante años me generó más remordimiento que alegría, más temores que fascinación por verme mil veces hasta desgastar mis fotos.

--Lo siento, no sé de qué me habla-- Y la taquilla se cerraba de golpe, quizá esa mujer regordeta y mal encarada descubría que también le hubiera encantado comprar un boleto para el ayer. Que quizá nunca se atrevió a reclamar al esposo su alcoholismo, ni habría perdido a su único hijo cuando él le explicó que tenía cierta inquietud por vestir con ropas femeninas.

Regresar sobre mis pasos, qué ironía. Hoy quisiera caminar sin detenerme pero hacia el presente y el futuro. Hoy quisiera sentir la tensión en mis pantorrillas, desgastar mis tacones, sentir el viento colarse bajo mi falda.

Cuántas veces al irme a dormir los remordimientos se apoderaban de mí. Cuántas veces pensé que era una persona demasiado extraña. Cuántas veces me culpé. Hoy todo está superado y si acaso quisiera regresar es para pedirme perdón, para decirme que siempre estuve bien, que mis gustos eran sólo una extraña afición --hoy he descubierto que puede ser muy costosa-- pero sólo eso, un gusto que me hace sentir feliz.

Mis pasos se perdían, el viejo andén era sólo una eterna plancha de cemento desprovista de bancas o de sombrillas en donde guarecerme del sol y la lluvia del atardecer. Nadie seguía mi caminar y a lo lejos el llanto de la taquillera se cubría por las cálidas gotas que morían apenas al tocar el asfalto.

Regresarle pasos a la vida, una buena frase que escuché, pero más que ello, rogaría porque la vida me regrese todos los minutos que he perdido para convertirlos en meses de alegría, y poder vivir a tope, para dejar que Vania vea hacia el futuro y no piense en el pasado.

Si en realidad me hubiera atrevido hace mucho tiempo a ser quien ahora soy, no sé qué habría pasado, quizá tendría más zapatillas.

En lo personal no habría grandes cambios, ni en principios ni en deseos, pero sí habría aprovechado muchos segundos que fueron cayendo al lado del camino y que espero que alguien los encuentre y los utilice bien, para no tener que pedir algún día, un boleto para el ayer.

Vania

vaniadesantiago@yahoo.com