24 mar 2010

NO PIERDAS EL TIEMPO QUE DESPUÉS LAMENTARÁS

No lamentes tus fracasos, de ti depende que no sucedan: Vania

¿Alguna vez has pensado qué harías sí hoy fuera el último día de tu vida?

¿Te daría tiempo de decir a los que amas cuánto los quieres? ¿Te daría tiempo de pedir perdón a los que has ofendido? ¿Te daría tiempo de alcanzar en unas horas tus sueños y dar rienda suelta a todas las locuras que jamás te atreviste a realizar?

Afortunadamente sin tener que enfrentar esta situación un día comprendí que no hay mañana, que cada día debo aprovechar para decir cuánto quiero a mis seres amados, que cada día busco disculpar a los que me han ofendido, pero también, cada día dejo volar mis ilusiones y dar rienda suelta a esos sueños que jamás pensé llevar a cabo.

Recientemente comentaba con una amiga lo costoso que me resulta está realidad y me preguntó si no pensaba detener a Vania.

Mi respuesta fue inmediata y no pensé ser ofensiva: “¡Jamás! Tardé 30 y tantos años en aceptarme y espero seguir así por mucho, muchísimo tiempo”.

Quizá suene tonto, pero en mi caso y creo que es el caso de muchas, nacemos y crecemos luchando contra lo que somos. Sí, desde niñas descubrimos nuestros gustos, nuestros deseos, pero también nos enfrentamos a esa lucha interna de no poder contarlo con nadie, de no poder compartirlo, y de hecho, de sentir vergüenza y remordimiento.

Es interesante encontrar gente con tus gustos y aficiones –sí sé que para algunas será molesto el término aficiones-- pero al menos para mí así ha sido, una devoción por lo prohibido y si te descubren puede ir mucho más allá de un regaño, quizá tal vez en muchos casos a la cita y consulta con el psicólogo.

Pues bueno, después de sufrirlo tango tiempo me ha llegado el momento de dejar atrás esa lucha, de enfrentarme a mí misma y de aceptarme, de darme cuenta que si la sociedad no me recibe con los brazos abiertos no voy a pelearme con ellos, pero sí voy a defender mis derechos de algo que me encanta y que para mí es muy valioso.

Hoy soy lo que ves, la más feliz de llegar a la noche mexicana vestida de Adelita, o que lo mismo he llegado a la Condesa a cenar tacos en ‘horario familiar’ y seguro he sido criticada, pero al menos no me he enterado. Seguramente me han cuestionado, pero como me dijo una buena amiga: ¿Te importa lo que digan? ¿Acaso los conoces?

La verdad ni los conozco ni me conocen, y no estaría por demás presentarme nuevamente: Hola, soy Vania, la mujer que nunca se había atrevido a ser.

Vania de Santiago
vaniadesantiago@yahoo.com

11 mar 2010

Un boleto al ayer

“No siempre es real lo que hemos vivido, quizá sea más lo que hemos soñado”

Vania

La cara de la taquillera lucía entre sorprendida y molesta, seguramente nunca antes le habían pedido algo tan extraño, aunque la mirada de Vania era firme y no parecía estar bromeando.

--¿Un boleto al ayer?-- Preguntó la mujer, sin comprender a que se refería y quizá nunca lo habría entendido ni existiría un anden 41 y medio para abordar el tren de los recuerdos, que la regresaría sobre sus pasos, no para arrepentirse, sino para pensar qué más habría añadido a su de por sí complicada vida.

Si pudiera volver atrás no me arrepentiría de nada, eso lo tengo muy claro, pero estoy segura que no me guardaría los te quiero, ni los besos que nunca entregué. Aunque también sabría que no vale la pena esperar, ni luchar contra algo que siempre anhelé y que durante años me generó más remordimiento que alegría, más temores que fascinación por verme mil veces hasta desgastar mis fotos.

--Lo siento, no sé de qué me habla-- Y la taquilla se cerraba de golpe, quizá esa mujer regordeta y mal encarada descubría que también le hubiera encantado comprar un boleto para el ayer. Que quizá nunca se atrevió a reclamar al esposo su alcoholismo, ni habría perdido a su único hijo cuando él le explicó que tenía cierta inquietud por vestir con ropas femeninas.

Regresar sobre mis pasos, qué ironía. Hoy quisiera caminar sin detenerme pero hacia el presente y el futuro. Hoy quisiera sentir la tensión en mis pantorrillas, desgastar mis tacones, sentir el viento colarse bajo mi falda.

Cuántas veces al irme a dormir los remordimientos se apoderaban de mí. Cuántas veces pensé que era una persona demasiado extraña. Cuántas veces me culpé. Hoy todo está superado y si acaso quisiera regresar es para pedirme perdón, para decirme que siempre estuve bien, que mis gustos eran sólo una extraña afición --hoy he descubierto que puede ser muy costosa-- pero sólo eso, un gusto que me hace sentir feliz.

Mis pasos se perdían, el viejo andén era sólo una eterna plancha de cemento desprovista de bancas o de sombrillas en donde guarecerme del sol y la lluvia del atardecer. Nadie seguía mi caminar y a lo lejos el llanto de la taquillera se cubría por las cálidas gotas que morían apenas al tocar el asfalto.

Regresarle pasos a la vida, una buena frase que escuché, pero más que ello, rogaría porque la vida me regrese todos los minutos que he perdido para convertirlos en meses de alegría, y poder vivir a tope, para dejar que Vania vea hacia el futuro y no piense en el pasado.

Si en realidad me hubiera atrevido hace mucho tiempo a ser quien ahora soy, no sé qué habría pasado, quizá tendría más zapatillas.

En lo personal no habría grandes cambios, ni en principios ni en deseos, pero sí habría aprovechado muchos segundos que fueron cayendo al lado del camino y que espero que alguien los encuentre y los utilice bien, para no tener que pedir algún día, un boleto para el ayer.

Vania

vaniadesantiago@yahoo.com