20 ene 2012

CUESTIÓN DE TIEMPO

CUESTIÓN DE TIEMPO




--- Lo siento no tengo tiempo.
Intento en vano justificar mi ausencia a la cita pero su respuesta es contundente. “Tenemos el mismo tiempo”.
Al final de la ruta los dos habremos pasado por 24 horas y estaremos despiertos, como ocurre cada media noche cuando escuchamos las campanadas de un nuevo día.
“Tenemos el mismo tiempo”, retumbó en mi mente su respuesta. En realidad sí, era un pretexto el no haber ido antes a verla. Pero  un pretexto no consciente, pues muero de angustia en su ausencia.
El tiempo es algo tan complicado que se hace eterno cuando estás con tu ficha en la mano esperando tu turno en alguna oficina pública. En un minuto puedes leer un libro o repasar la historia de tu vida.
En contraparte el tiempo es cruel cuando tienes una cita y estás a media hora de llegar tarde. Lo ves volar de una manera increíble y recorrer una calle te toma 15 minutos. De nada sirve gritar o estallar, no podrás detenerlo mientras se ríe de tu angustia.
--- Valió la pena esperar. Me encanta como luces.
Su carcajada es ofensiva. Sólo intentaba ser amable.
Cómo lidiar con un ser etéreo. Qué sólo se materializa de vez en cuando. Pero que sabes que todos los días te observa,  te sigue en cada movimiento, que escucha tu aliento, que comparte tus emociones y frustraciones.
--- No me importa lo que pienses. Te he extrañado.
Esta vez no hay carcajada. Más bien noto un rubor en sus mejillas. Se sonroja porque a fin de cuentas es consciente de cuánto le pienso. De cuánto le extraño.
Es difícil decir algo cuando saben todo lo que piensas. Engañarte a ti mismo es la mejor definición.  Recuerdo hace muchos años cómo me sorprendió leer que una mujer sabe cuando quieres algo con ella, antes que tú mismo lo sepas. En este caso ocurre lo mismo. Nada de lo que diga podría sorprenderla. Pero al menos intento agradarla.
Y es ella quien me sorprende. --- “Si tu tiempo es tan corto no podemos coincidir”.
No, no es un ultimátum. Sólo una llamada de atención para que esas 24 horas que enfrento en el día a día empiecen a ser productivas, porque su tiempo es tan efímero y si no logró sacarle provecho al mío, tampoco podré volver a verla.
Escucho el ruido de las manecillas. Sí, tengo una extraña fijación por el tic tac de los relojes y no puedo dormir sin escuchar a ese engranaje antiguo que no necesita más que un par de minutos de movimiento en la muñeca para seguir trabajando otro día.
El tic tac no se frena y veo de reojo la carátula iluminada por el resplandor del Black Berry que ilumina mi Omega antiguo. Las 3 menos 20 y sigo escuchando sus palabras: “Tenemos el mismo tiempo”. Y me duermo pensándola, porque ella mejor que nadie sabe que en tres horas estaremos nuevamente despiertos para llevar otro día en paralelo esperando el momento de volver a vernos.

Vania de Santiago
vaniadesantiago@yahoo.com
Enero 2012

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